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lunes, febrero 11, 2008

El poder de la palabra

EL DISCURSO MAS QUE UN PODER

El poder de la palabra

El poder de la palabra
AP. Insignias para apoyar al senador republicano John McCain
Aunque en España los discursos políticos suelen ser más bien fuente de inspiración de humoristas que de votantes, las primarias que disputan los republicanos y demócratas de Estados Unidos -en búsqueda de candidatos presidenciales con ayuda del voluntad popular- están sirviendo como escaparate para un sofisticado alarde de oratoria electoral. Con estilos muy diferentes pero con el mismo objetivo compartido de persuasión, los aspirantes a la Casa Blanca están demostrando que quizá los mejores asesores de campaña son Aristóteles, Quintiliano y Cicerón.
Quizá sea porque se trata de un país donde el hablar en público es una práctica escolar casi desde el parvulario, con los juegos de «mostrar y contar» (show and tell). O porque su competitivo sistema electoral demanda un esfuerzo retórico difícil de imaginar en otras democracias de listas cerradas. O quizá por una tradición política que abarca desde los discursos radiofónicos de Franklin Delano Roosevelt en tiempos de miseria y guerra o la telegénica oratoria de John F. Kennedy prometiendo literalmente la luna, sin olvidar a Ronald Reagan como «gran comunicador» de sentimientos nacionales.
Y lo más curioso es que en la época de los «webcasts», «podcasts», los «soundbytes» y el crónico déficit de atención de las audiencias, este ciclo de primarias resulta memorable por los discursos formales e informales de sus candidatos, plagados de destellos de humor. Aunque el orador más elocuente con diferencia es Barack Obama, el resto de los contendientes supera con creces la limitada capacidad retórica del actual ocupante de la Casa Blanca.
El predicador bonachón
En el bando republicano, por ejemplo, que Mike Huckabee haya conseguido hacerse con un nombre en estas elecciones se debe en buena parte a su estilo de predicador bonachón, plagado de mucho sentido común, pero con demostraciones continuas de una ironía diabólica. Desde la contestación en uno de los debates de que «Jesús fue demasiado listo como para presentarse a unas elecciones» hasta cuando le dieron un palo de golf en Florida y dijo que ese artilugio le resultaba más raro que ver a su multimillonario rival Mitt Romney «comiendo pollo frito». Como ha explicado Michael Waldman, escritor de discursos de Bill Clinton, «la clave de la elocuencia de Huckabee es que ha encontrado una forma de decir cosas muy conservadoras pero de una forma que no resulta amenazadora».
Sin salir de las filas republicanas, el senador John McCain representa un estilo completamente distinto pero no menos efectivo. No le gusta utilizar el «telepronter» y tiende a improvisar continuamente. Su estilo es ideal para su formato favorito de mítines asamblearios y con micrófonos abiertos al público. Le encanta discutir, no se toma muy en serio a sí mismo y se permite en momentos clave medias sonrisas que dicen más que parrafadas enteras.
Por lo que se refiere a los candidatos demócratas, el ahora retirado John Edwards ha reflejado su profesión original al llevar hasta su campaña el estilo argumentativo de un exitoso abogado dentro de un sistema de justicia basado en la persuasión de jurados populares. Con su acento sureño, sus discursos a veces parecían los argumentos finales de un proceso, con pasajes que recordaban al personaje de Atticus Finch en «Matar a un ruiseñor». Aunque él insiste en que no tiene nada que ver el escenario «íntimo» de un tribunal con una multitudinario mitin.
La abogado Hillary
Hillary Clinton también tiene bastante de abogado en sus discursos y cuando improvisa su inteligencia se traduce en hablar a través de párrafos con planteamiento, nudo y desenlace. Pero tiene dificultades a la hora de conectar, además de una risa bastante desconcertante. Como ha apuntado Michael Gerson, escritor de discursos de George W. Bush, «cuando ella habla es sustancial, se nota que sabe pero creo que tiene une estilo molesto, a veces es como si estuviera sentando cátedra, pero puede resultar desagradable y creo que tiene problemas significativos por ello». Aunque en los debates de televisión, la ex primera dama sí que ha demostrado bastante dominio de la situación.
En una categoría aparte se sitúa Obama con una reconocida capacidad de persuasión que están generando comparaciones con Martin Luther King o John F. Kennedy. Su estilo es básicamente inspirador, aliterado y no precisamente centrado en detalles. Hasta el punto de que uno de los vídeos más vistos estos días en Internet es un montaje musical creado por el cantante «Will.i.am», del grupo Black Eyes Peas, a partir del emocional y rítmico discurso que el senador por Illinois ofreció el mes pasado tras conocer su derrota en las primarias de New Hampshire.
De hecho, Obama saltó de ser un legislador estatal en Illinois hasta el proscenio de la política nacional por un discurso. Su ahora famosa alocución sobre la unidad del gigante americano durante la convención nacional de los demócratas en el 2004. Entre los grandes admiradores de la oratoria de Obama se cuenta Ted Sorensen, el legendario escritor de discursos del presidente Kennedy. A su juicio, «el estilo de hablar y los valores de Barack Obama me recuerdan mucho a JFK, con su insistencia en el interés nacional sin las distracciones de los intereses particulares que representan la raza, la religión o incluso los partidos políticos».
Para Robert Schlesinger, autor de una próxima historia sobre los «escribidores» de discursos de la Casa Blanca, en la actualidad no se ven mucho candidatos con el estilo inspiracional de Obama «en parte porque si uno no alcanza las notas adecuados, resulta un fiasco».
Saludos
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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