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lunes, octubre 15, 2007

abc ¿Inteligencia o memoria?

¿Inteligencia o memoria?

¿Inteligencia o memoria?
LA esencia de la Transición fue, si no entramos en florituras, un pacto para el olvido. De ahí la eficacia política, social e, incluso, moral que han tenido los años que llevamos de vida democrática y constitucional. La escasez representativa que marca nuestro sistema electoral y la pobreza parlamentaria que impone la partitocracia instalada han servido de soporte a una España reconciliada en la desmemoria. Hubiera sido imposible de otro modo porque la lista de agravios que cada media España pudiera presentar a la otra media sería inacabable y provocadora.
La ley de la Memoria Histórica, que tan encelado tiene a Zapatero, supone la supresión del olvido que nos ha resultado tan benéfico para propiciar el recuerdo de la mitad de las víctimas de un periodo histórico que habíamos superado y que José Luis Rodríguez Zapatero, fracasado en su «proceso de paz», ha convertido en monotema del poder. No es algo fácil de entender. La recuperación de la memoria, cuando ya apenas quedan supervivientes de aquellos lamentables sucesos que emponzoñaron la ya envenenada convivencia nacional, es un ejercicio morboso y sin posible beneficio para nadie.
A pesar de que, por el momento, no tiene asegurados los votos necesarios para su aprobación, el PSOE ha decidido reabrir el debate en el Congreso y sacar adelante su proyecto antes del fin de la legislatura. Piensan los estrategas socialistas que su aprobación constituiría una pieza eficaz con vistas a las elecciones de marzo. No parece que la mayoría de la población española, la mitad de la cual ha nacido después de muerto Francisco Franco, vibre con esos asuntos, pero cada cual es sabio en su casa. Especialmente si así lo asumen sus vecinos y compañeros. Personalmente, en la medida en que conozco -por viejo, no por sabio- la realidad social en la que nos movemos, entiendo que será la Memoria Histórica, si sale aprobada su ley y surge alguno de los efectos que cabe esperar de ella, la que puede propiciar la derrota electoral de Zapatero y, a mayor abundamiento, la eyección de su silla de secretario general de un PSOE al que no le conviene la revisión del pasado.
Aún siendo la memoria una de las tres potencias del alma, siempre es más eficaz recurrir a las otras dos: poner la voluntad al servicio de la inteligencia. Eso, sospecho, debe ser para Zapatero, un imposible metafísico; pero, ¿tan solo está el líder en su presidencia? Hasta en Cataluña, donde el PP es un signo residual, el secretario de organización del PSC, José Zaragoza, previene a los suyos de que «es posible» una victoria electoral del partido de Mariano Rajoy. La demagogia social de Zapatero puede, ciertamente, ser aplastada. Más y mejor por una «memoria histórica» que por los argumentos clásicos de los populares. El mínimo común denominador de los españoles es el temor de volver al pasado.
Saludos
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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