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sábado, junio 02, 2007


LATINOAMÉRICA

Gabriel García vuelve a ‘Macondo‘


efe


El escritor colombiano Gabriel García Márquez regresó a Aracataca, su pueblo natal, después de 25 años de ausencia, y lo hizo en el “tren amarillo“ que aparece en sus obras y que recorría la zona bananera del norte del país hace ocho décadas, en tiempos de esplendor.

“Gabo“ siguió así la temporada de homenajes que comenzó el pasado 6 de marzo, cuando cumplió 80 años, y siguió días después en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, donde se le celebraron los 40 años de la publicación de “Cien años de soledad“, su novela cumbre, y los 25 del Premio Nobel de Literatura.

Según allegados al escritor, éste se había manifestado reacio a regresar a Aracataca por una especie de agüero, que le hacía temer que fuera la última vez en hacerlo.

El tren amarillo, que en realidad es color crema y azul celeste, está formado por una locomotora identificada con el número 1047, que tira tres vagones, uno de ellos con sillas laterales de madera y persianas amarillas de subir y bajar, al estilo de los años 40 del siglo pasado, como narra el escritor en sus libros.

El tren partió de la estación contigua al puerto de Santa Marta, la ciudad más antigua de Colombia, fundada en 1525, y capital del departamento caribeño del Magdalena, y gastó casi cuatro horas en cubrir los 80 kilómetros de recorrido.

En el vagón principal iban García Márquez -vestido de blanco-, su esposa Mercedes y medio centenar de familiares y amigos, funcionarios y empresarios que promueven la recuperación de la ruta ferroviaria.

Entre los amigos estaba el compositor de música vallenata Rafael Escalona, uno de cuyos temas más famosos, “El testamento“, habla de “un diablo al que le llaman tren“ que “de tarde se mete a Santa Marta“.

El escritor recibió una llamada por teléfono de uno de sus amigos más conocidos, el ex presidente estadounidense Bill Clinton, quien lo acompañó el pasado 26 de marzo en la ciudad colombiana de Cartagena, en el homenaje que se le tributó durante el IV Congreso de la Lengua.

El tren es un proyecto turístico y cultural que pretende recuperar ese sistema de transporte e impulsar el desarrollo y la cultura de la zona.

La locomotora fue fabricada en 1969 por la Sociedad Española de Construcciones Basbcock y Wilcox, con licencia de General Electric.

Los vagones se restauraron en un taller cerca de Medellín y llegaron en camiones a Santa Marta pocas horas antes de la partida.

Después de serpentear las montañas que bordean el mar, el ferrocarril se abrió paso entre los platanales, mientras los habitantes de los pueblos y trabajadores de las haciendas salían a saludar la caravana.

Los vagones, animados por bailes típicos, pasaron por Gaira, Bonda, Ciénaga, Riofrío, Orihueca, Prado, Sevilla -que fue la sede de la estadounidense United Fruit Company-, Guacamayal, Tucurinca y, por fin, Aracataca.

Fue entre Guacamayal y Sevilla de donde se dice que salió el nombre de Macondo, inmortalizado como universo mítico de la obra de García Márquez y que, según distintos estudiosos, proviene del nombre de una clase de plátano de origen africano o de una de las haciendas de la región.

Al llegar a Aracataca, el escritor paseó por las calles polvorientas en un coche de caballos y al final no subió a un automóvil descapotable de los años 40 que le tenían preparado, en medio de 34 grados centígrados a la sombra.

Después llegó a un almuerzo en el que se sirvieron viandas de la tierra como sierra guisada -una variedad de pescado-, ensalada, arroz con coco, posta de carne, “cayeye“ -un puré hecho con plátanos pequeños- y de postre, dulce de corozo, una fruta del Caribe.

Las estaciones del “tren amarillo“ guardan poco de los buenos tiempos que vivió la zona, escenario de la célebre huelga de las bananeras en 1928 y de la no menos famosa masacre de trabajadores, mencionadas por García Márquez en sus obras, que hablan de vagones llevando centenares de cadáveres para arrojarlos al mar.

En alguna parte de “Cien años de soledad“, su autor recuerda a Aracataca “estremecida por un silbato de resonancias pavorosas, y una descomunal respiración“ del “inocente tren amarillo“.

Ahora, después de recorrer 80 kilómetros llegó a Aracataca, donde se detuvo en medio de un profundo suspiro mientras se desataba una estampida alrededor del vagón y los niños vitoreaban a “Gabo“ en una estación pintada con mariposas amarillas, como las que revoloteaban alrededor de Mauricio Babilonia en “Cien años de soledad“.

El escritor del realismo mágico, conocido por su legendaria timidez y sorprendido por las muestras de afecto de la gente, se limitó a poner cara de pánico por lo que le esperaba al descender del tren y a manifestar: “¿Se dan cuenta de que yo no inventé nada?“.

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