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domingo, mayo 06, 2007

PINOCHET EN EL SALVADOR

Apareció en el editorial de un periódico en El Salvador (Centroamérica).

Ha muerto un Gigante

Por Hermann W. Bruch

Augusto Pinochet Ugarte ha muerto. El mundo entero tendrá que estremecerse.
Pocos líderes han logrado captar la atención de tantos millones de personas alrededor del planeta de la manera que este militar chileno lo hizo. Sé que a muchos les causó mucha molestia. También sé que a muchos les causó tranquilidad. El mundo se mueve de manera que algunos entendemos y otros
sólo presenciamos.

¿Quién fue Augusto Pinochet? La historia se escribirá de muchas formas. Las más notorias hablarán de un hombre sin escrúpulos que sólo quiso someter a un pueblo haciendo uso de la fuerza bruta. Esto porque la izquierda ha logrado tomar control de las comunicaciones a nivel mundial. Otras, menos vociferantes, pero más analíticas y sensatas, hablarán de un personaje que logró aglutinar a una gran parte de su país en torno a corregir el rumbo mal tomado por fuerzas políticas desquiciadas que pretendían llevar a un gran país hacia un derrotero equivocado, tenebroso y malévolo.

No soy quien deba calificar a unos y a otros excepto porque me acompaña la seguridad de haber mantenido una observancia bastante objetiva del acontecer
chileno mientras tuve la oportunidad de vivir en ese gran país. Lo digo así, con certeza y con la frente en alto. Un país que merece que lo veamos con respeto, tal y como el país se respeta a sí mismo. Un país que desde hace mucho tiempo, desde su orígenes, se distinguió del resto de países latinoamericanos, quién sabe por qué. No soy experto en antropología ni en sociología. No quiero serlo. Sólo sé que Chile fue diferente desde el inicio de la conquista. Quizá se deba a que sus aborígenes eran unos indios indomables, amantes de la libertad en su más preciado sentido.

La historia se escribe de muchas maneras y desde diferentes ángulos. Eso lo sabemos todos, o al menos algunos. También lo comprendemos todos o al menos algunos. No quiero hacer referencia a perspectivas ni a posturas ideológicas. Mi análisis tiene una intención mucho más pragmática y mucho menos emocional. Pinochet lideró una reacción a un intento de asalto a un país que no quería ser asaltado. Un país que se resistía desde todos los aspectos imaginables a ser asaltado por unos bandoleros ideológicos que perseguían objetivos que nada tenían que ver con la idiosincrasia chilena.

Pinochet fue un mapuche. Pinochet no permitió que llegaran conquistadores ideológicos a instalarse en su país como lo pretendieron quinientos años atrás hacer unos facinerosos e inescrupulosos españoles.

Hay que conocer la historia de ese pueblo para entender lo que sucedió en
los años setenta y ochenta. No es fácil para nosotros los salvadoreños acostumbrados a permitir que cualquier pirata mercader llegue a nuestras tierras a imponer su voluntad. En estos paralelos los españoles lograron intercambiar espejitos por el oro. Pero en Chile la cosa fue diferente.
Primero porque los indígenas mapuches no cultivaban el oro. No tenían aspiraciones voraces. Eran seres libres. Libres de solemnidad. Libres de prejuicios. Y eso hizo que la gesta de Pedro de Valdivia se convirtiera en algo totalmente diferente al resto de países conquistados por la corona española. El mismo Pedro de Valdivia era una clase diferente de conquistador.

El mestizaje chileno es un mestizaje diferente el peruano y al mejicano por no mencionar al centroamericano. Y de ese mestizaje surge una casta diferente de gente. Gente que aspira a superarse por la vía del aprendizaje, de la educación, del aprecio a su cultura. No es un dato desconocido para mucha gente el hecho de que los chilenos, al igual que lo cubanos, tenían desde siempre las tasas más bajas de analfabetismo de todo el continente incluyendo los Estados Unidos. De ahí que sus fuerzas armadas eran también algo diferente. No tenían la vocación golpista del sus congéneres latinoamericanos. Y eran y son muy disciplinados.

Pinochet y su régimen tienen un origen democrático y esto, aunque le duela a muchos, es una verdad que nadie puede negar. La democracia cristiana, que no logró operativizar una verdadera democracia mientras ostentó el poder en Chile, al ver que su país se precipitaba hacia un abismo político y social, no tuvo reparos para llamar a las fuerzas armadas de su país para que restauraran el orden constitucional e institucional ante la amenaza comunista internacional. Y fue así, que bajo la presión política y ciudadana, las disciplinadas fuerzas armadas chilenas no tuvieron más remedio que intervenir.
De allí en adelante la historia cambió y todos sabemos de una forma u otra algo acerca de Chile, un país que logra romper las cadenas de la estupidez para adelantarse al resto de sus mal llamados congéneres latinoamericanos en el camino hacia la modernidad, el progreso y el desarrollo. Nadie se atrevería a contradecir esta realidad.

Por supuesto que en el camino, se olvidan algunas cosas y se prostituyen los análisis. La política no permite otra cosa diferente. Pero yo no estoy escribiendo como político sino como un simple observador de realidades.

Observador y admirador. Augusto Pinochet Ugarte ha muerto, pero su legado es
indiscutible. Latinoamérica le debe un homenaje a este personaje que sin pretender ser un intelectual, ni un filósofo, fue un militar disciplinado amante de su país y comprometido con su llamado a ser el gestor del cambio más importante en el rumbo de la historia latinoamericana contemporánea. De paso considero que fue un estadista sin precedentes.

Gracias don Augusto Pinochet Ugarte. Que descanse en paz.

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