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miércoles, febrero 17, 2016

RSE innovacion & sostenibilidad

"La innovación está ligada a la viabilidad empresarial sostenible"

16 Febrero 2016
Autor: 
 Eduardo Puig, director Stakeholder Engagement de Telefónica
Eduardo Puig, director Stakeholder Engagement de Telefónica
El diálogo con los stakeholders, la innovación o el compromiso con la protección del medioambiente son algunos de los pilares de la estrategia de RSE y Sostenibilidad de Telefónica. Eduardo Puig, director Stakeholder Engagement de Telefónica, nos cuenta los detalles de esta cultura de negocio socialmente responsable.

¿Cómo ha evolucionado la RSE en Telefónica en los últimos años?

Nuestra estrategia de sostenibilidad ha evolucionado para contribuir al desarrollo económico y social de la sociedad, haciendo que las comunidades en las que operamos sean más prósperas y tengan mejores y más inclusivos motores de progreso. Así, vinculamos losobjetivos de sostenibilidad con el desarrollo y gestión del negocio, incorporándolos a procesos y metas, para formar así parte del ADN de Telefónica y generar una cultura de negocio responsable que tiene en cuenta a todos sus stakeholders. 


El desarrollo de la RSE implica una cultura de integridad, compromiso y confianza como principios básicos para asegurar la confianza y seguridad de nuestros clientes y sus datos personales y del resto de grupos de interés que interactúan con la Compañía. 



Telefónica cuenta con un Plan Global de Negocio Responsable. ¿Cuáles son los pilares de este plan y en qué momento está (hitos y retos)?

Los pilares del Plan Global de Negocio Responsable son: promesa cliente y confianza digital- clientes; cadena de suministro- proveedores; diversidad y gestión del talento- empleados; gestión de riesgos no financieros- accionistas; y medio ambiente e innovación sostenible- sociedad. En cada uno de estos puntos, se están llevando a cabo políticas y estrategias definidas bajo el Plan Global de Negocio Responsable de Telefónica.



Una parte imprescindible de la RSE es el diálogo con los grupos de interés. ¿Cómo establece Telefónica el diálogo con sus stakeholders? ¿Y cómo ha evolucionado este diálogo en los últimos años?

En Telefónica identificamos los temas materiales  y tendencias a las que debemos dar respuesta a través de nuestros grupos de interés. Por ello, la relación directa y el diálogo continuo con nuestros stakeholders son fundamentales para la gestión de la Compañía, lo que nos permite establecer nuestros objetivos, conocer y hacer el seguimiento de cómo respondemos a las expectativas de la sociedad.

 

Con la involucración de nuestros grupos de interés, perseguimos esencialmente tres objetivos: identificar las materias o tendencias a las que debemos dar respuesta desde Telefónica en materia de sostenibilidad; medir la percepción acerca de la Compañía y en qué medida estamos respondiendo a las expectativas que han depositado en nosotros; y, por último, nos ayuda a orientar la información pública a lo que verdaderamente resulta importante para terceras partes. 

 

Desde Telefónica, respondemos a estos objetivos con la creación de un panel de stakeholders que sirve como plataforma de diálogo formal y estructurado con nuestros principales grupos de interésLa evolución de este diálogo en los últimos años ha sido muy positiva. Utilizamos diferentes canales a través de encuestas, índices de percepción, canales internos, que nos facilitan conocer la percepción y opinión de cada uno de ellos.  



Como empresa del mundo de las telecomunicaciones, la innovación debe ser un pilar fundamental de la compañía. ¿En qué áreas se focaliza la innovación sostenible en Telefónica?

En Telefónica entendemos la Innovación Sostenible como la creación y apoyo a nuevas ideas innovadoras(productos, servicios y modelos) que cubren necesidades sociales actuales, como el cambio demográfico, la crisis financiera, la degradación medioambiental o la pobreza, a la vez que crean nuevas relaciones o colaboraciones entre los distintos agentes e instituciones.


Buscamos la sostenibilidad de nuestro negocio y la capacidad competitiva de la Compañía apostando tanto por la innovación en I+D (Big Data, Internet de las Cosas, Innovación en Red) como por la innovación abierta (Think Big y Talentum Startups, Crowdworking y Wayra, Telefónica Ventures, Amérigo,… )  con el objetivo de ofrecer a nuestros clientes productos y servicios que permitan mejorar sus vidas. 


La innovación está ligada a la viabilidad empresarial sostenible, a la capacidad competitiva y a un posicionamiento ventajoso para evolucionar, anticiparse y conseguir la satisfacción de nuestros clientes. Con este convencimiento, nuestros Principios de Negocio Responsable  vinculan la innovación al progreso social, tecnológico y económico. Hemos sido la única empresa española incluida entre las 100 primeras, en el ranking mundial de empresas de todos los sectores que más invierte en I+D y tercera telco mundial, según el informe 2015 Global Innovation 1.000 de Strategy (PwC).



Respecto al cambio climático, Telefónica es una de las empresas que se ha sumado a la iniciativa Un millón por el clima y cuenta con el objetivo de reducir un 30% sus emisiones de CO2 para 2020. ¿De qué otra manera contribuye Telefónica al desarrollo sostenible?

Telefónica tiene una política ambiental común para todas las empresas del Grupo. Con ella, queremos asegurar el cumplimiento legal, gestionar los riesgos ambientales y promover prácticas ecoeficientesTomamos como referencia el 'principio de precaución'. Así, realizamos un análisis de los riesgos ambientales de todas nuestras operaciones dos veces al año. Los riesgos en los que nos fijamos se relacionan con el cumplimiento de la legislación, la situación de instalaciones con peligro de contaminación ambiental, la vulnerabilidad a desastres climáticos de nuestra red o los costes de la energía. Los sistemas de gestión ambiental y de energía son un pilar fundamental en el control de estos riesgos en límites mínimos.


Las prácticas ecoeficientes  nos permiten dar más servicios a un mayor número de clientes, al tiempo que reducimos nuestra huella sobre el medio ambiente. Para ello, centramos nuestros esfuerzos en torno a los elementos de nuestra actividad con mayor impacto ambiental, como el consumo energético y la generación de residuos, pero sin olvidarnos del resto.


Así, en el despliegue y mantenimiento de nuestra red de telecomunicaciones aplicamos las mejores prácticas disponibles, para evitar el impacto desde la fase de diseño y bajo un estricto cumplimiento de la legislación ambiental. También apostamos por un menor consumo de recursos haciendo un uso eficiente del papel. Las TIC son nuestro aliado para reducir el consumo de papel en todos los procesos internos y también en la relación con nuestros clientes. En esta línea, el consumo de agua en Telefónica proviene, fundamentalmente, del consumo sanitario y, en menor medida, de la climatización. Para reducirlo hemos implantado medidas de ahorro y se han realizado diversas campañas de sensibilización entre los empleados. Por otra parte, nuestra principal apuesta es reducir la generación de residuos y promover una economía circular, apoyando la reutilización y el reciclado. 


Ahorramos energía, reducimos el gasto operacional y evitamos emisiones. Trabajamos para ser la Telco Digital más eficiente en términos de energía y carbono.



Para este 2016, ¿cuáles son los retos de Telefónica en materia de RSE y Sostenibilidad?

Trabajamos para mejorar nuestra productividad incorporando criterios de sostenibilidad de forma transversal a todos nuestros procesos. Además de la oferta a los clientes, la calidad y la atención, buscamos eficiencias y valor a través de un compromiso a largo plazo con la gestión del talento, la eficiencia energética y los temas ambientales, la cadena de suministro o la fiscalidad y, en general, una cultura de ética e integridad que impregne todas nuestras actuaciones.

 

Ponemos en valor los beneficios sociales o medioambientales de los productos y servicios que ofrecemos a nuestros clientes, empresas y particulares. Además, trabajamos para que el entorno digital sea cada vez más abierto y seguro, de modo que las oportunidades de la tecnología estén al alcance de todos, promoviendo la accesibilidad geográfica, social y personal a la tecnología.

 
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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EL LIBERO : #OPERADORPOLITICO DE LA MONEDA ES EL ADMINISTRADOR DE LOS ACTIVOS Y SECRETOS DE PALACIO

Las columnas de opinión son presentadas por Postgrados UAI

Cristian Riquelme, administrador de La Moneda
Las razones son más que evidentes, atendibles y justifican la estrategia de La Moneda.
Publicado 16.02.2016
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En las últimas semanas han surgido toda clase de clamores transversales a nivel político para cesar de sus funciones a Cristián Riquelme, el administrador de los activos y secretos más recónditos de La Moneda. A las consabidas acusaciones que lo vinculan con Caval y al gestor inmobiliario Juan Díaz, y con el controvertido formateo del computador de Sebastián Dávalos, ahora se suma su premeditado ocultamiento de información patrimonial y de intereses amparándose en la ley 16.628.

Pero ¿qué hace que en medio de tanta vociferación pro-transparencia y de la creciente pléyade de seguidores de Engel (proveniente sobretodo, y cual paradigma de fariseísmo, de buena parte del Parlamento y partidos políticos que hoy están en el ojo del huracán de la probidad), el gobierno de Bachelet se niegue a deshacerse de uno de los últimos estertores de peso de la G-90 de Peñailillo y sus prácticas oscuras en el gobierno? Las razones son más que evidentes, atendibles y justifican la estrategia de La Moneda.

En primer lugar, Riquelme y su posición estratégica en la campaña de Bachelet lo hacen una pieza sumamente peligrosa para el gobierno y la Presidenta en la arista SQM de financiamiento ilegal de la política. Más peligrosa incluso que el mismo Martelli, toda vez que el actual administrador de La Moneda habría operado como uno de los principales conductos para recibir los aportes de SQM canalizados a través de la sociedad de Giorgio Martelli, AyN. Por lo tanto, el cesarlo de sus funciones y dejarlo a merced de la Fiscalía y comisiones investigadoras del Parlamento, sin el respaldo formal, político e institucional del Ejecutivo, podría describir un camino sin retorno para vincular directamente a la Presidenta en dicho escándalo. No sólo al nivel de revelarla como eventual facilitadora de boletas ideológicamente falsas (misma acusación que hoy recae sobre ME-O o se intenta vincular a Piñera). Sino de generar un vacío de poder y legitimidad de la política y las instituciones que la representan sin precedentes.

Segundo, no existe la necesidad formal ni legal de hacerlo. Tal como lo han manifestado de forma majadera diversas autoridades de gobierno, al señor Riquelme no se le puede abrir un sumario, pues no existen antecedentes legales, ni requerimientos jurídicos de ninguna especie para ello. Y lo más probable es que tampoco los haya. Esto, si se sigue la tesis de algunos de los políticos no oficialistas más afectados por las aristas que abrió el caso Penta, que señala que en la tan negociada nominación del actual Fiscal Nacional, probablemente se establecieron algunas precondiciones y premios de consuelo como para no tocar a personajes y campañas emblemáticas de la Nueva Mayoría beneficiadas con financiamiento ilegal.

Tercero, y desde un punto de vista estratégico-comunicacional, la posibilidad de prescindir de los servicios de Riquelme tendría que haberse gestado y negociado convenientemente con los primeros coletazos en La Moneda del caso Caval y SQM. El hacerlo ahora, además de extemporáneo, sólo revela culpabilidad y deja en muy mal pie a la Presidenta.

Por último, y desde un punto de vista ético y su consiguiente valoración y repercusión ciudadana, la evidencia señala que tampoco existe una justificación que amerite relevar de sus funciones a Riquelme. En unas semanas políticas caracterizadas por el escándalo de este prócer de la G-90, la valoración de la Presidenta y la gestión de su gabinete registran un alza en la última encuesta CADEM. Esto coincide con recientes estudios que demuestran que si se hace un track mensual de las mediciones de CADEM, las áreas de gestión del gobierno valoradas por la ciudadanía que más se relacionan con la aprobación presidencial son la economía, salud, educación y delincuencia. En los últimos lugares aparece la gestión de la corrupción (Portales, 2015, 2016). En esa línea, quienes más castigan hoy a Bachelet son los segmentos más vulnerables ante los vaivenes económicos, el drama de la delincuencia y las promesas incumplidas de cambio material estructural a nivel de salud y educación.

Todas estas razones parecen entonces más que suficientes para explicar por qué Bachelet no puede y debe deshacerse de Riquelme.

 

Juan Cristóbal Portales, Director Magíster Comunicación Estratégica UAI.

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EL MOSTRADOR: Cristián Riquelme, la G-90 y los 'jaleros' del poder

Un interesante análisis de Edison Ortiz en El Mostrador que traerá consecuencias poíiticas y afectará a la Red de #Operadorespoliticos de la Nueva Mayoria y Bachelet

Opinión

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por  17 febrero 2016

Cristián Riquelme, la G-90 y los 'jaleros' del poderLa noticia es que empresas ligadas al administrador de La Moneda facturaron más de 417 millones de pesos al fisco, lo que se suma a los 570 millones en propiedades originalmente omitidos en su declaración de patrimonio y a su cuestionado rol en el Caso Caval. Pero detrás está la historia de una generación, la G-90, que se convirtió en la nueva burguesía fiscal.

Un ex presidente socialista, que fue clave en la renovación de la colectividad, que ayudó a fundar el PPD pero que al momento del quiebre se quedó en el PS, percibió tempranamente que sus escuelas de formación política –auspiciadas por Lagos, Bitar, Vidal y Cía.– se habían transformado a mediados de los 90 más bien en cursos de capacitación donde se formaban los futuros jefes de gabinete de alguien. Ese fue el espacio donde estos muchachos hicieron su primera militancia, desprendidos ya del ethos del cambio social de los 60 o de la lucha contra la dictadura de los 80.

Riquelme es otro de esos personajes del Estado con los cuales estamos ya familiarizados en provincias desde que los parlamentarios destruyeron a sus partidos.

Es el pillo de provincia que como intendente presiona a sus seremis para orientar las licitaciones en un determinado sentido o que vota contra su comunidad, como acaba de ocurrir en O'Higgins, voto que resultó decisivo para instalar una nueva chanchera en la región pese a la oposición de toda la comuna; es el Seremi que se cambia de partido sin problemas y siempre siguiendo la orientación del parlamentario que lo puso; es el chico listo que rápidamente se compra una casa millonaria y que luego hace que sus arreglos, jardines e, incluso, inauguración, sean con cargo al presupuesto fiscal; es la gobernadora que con dinero público le amplía el jardín a su hermana o el gobernador que cobra el 25% por proyecto asignado; incluso el presidente del PS que es a la vez Core y funcionario gubernamental y que recibe un sueldo millonario por no fiscalizar al Gobierno, función para la que fue elegido.

Son los chicos disciplinados que escuchan y obedecen sin preguntar ni hacer objeciones. Casi todos formados en universidades de segunda, que jamás han escrito un paper ni se hicieron conocidos por defender alguna tesis política.

Por el contrario, en esas escuelas de formación, que pretendían llenar el vacío que dejó la destrucción de las colectividades políticas para copar con gente afín los cargos intermedios del Estado, aprendieron rápidamente de sus mentores que el fisco era un muy buen espacio para alcanzar una mejor vida. No solo por el sueldo que podían alcanzar –muy superior a cualquier otro que pudiesen lograr en el mundo privado, dada su experticia–, sino también, y esto era lo más prometedor, por la posibilidad de adjudicarse contratos millonarios con palos blancos entremedio. Entonces, se pusieron como locos a formar empresas de papel con nombres pomposos, pero al fin y al cabo bastante flaites, como Harold's & Johns Business and Law, Greentec, Socoar o Spa. Total, el nombre daba lo mismo.

Y es que estos muchachos, respecto del Estado, son más totalitarios que el mismísimo Stalin: perciben, con mucho tino que, dado su nivel de competencias, así como una arraigada cultura transversal del pituto, es imposible tener éxito en otra parte. De allí su apego al papá fisco de esta sensata, astuta y provinciana pequeña burguesía.

Hace casi exactamente dos años habían alcanzado la cúspide de la gloria, saltando en un breve lapso desde el núcleo duro y anónimo de la campaña a puestos de primera responsabilidad en el Estado.

Bachelet, entre las dos opciones que tuvo para conformar su primer gabinete –uno de coalición y otro personalista–, optó por la segunda para comprometer al máximo la realización de las reformas ofrecidas pero, al mismo tiempo, asegurándose que, en caso de dificultades, pudiera desprenderse fácilmente del mismo sin pagar mayores costos.

Era la nueva burguesía fiscal, cuya postal representaba bastante bien la G-90, alma de la nueva generación de políticos que alcanzaba el poder y que, como lo dijimos anteriormente, "le encantaba vivir cerca del Presupuesto y lejos del frío" de la sociedad civil. Pasaron, en apenas una década, de estafetas, chaperones, damas de compañía, confidentes, hombres del maletín y "yes men", a senadores, diputados, ministros, subsecretarios, intendentes y gobernadores.

Ocupaban, ahora puestos clave y relevantes en el Estado. Fue entonces cuando cambiaron de look, de amigos y, a veces, también de sastre. Sebastián Dávalos –identificado por edad y ethos pero no por simpatías con este grupo– obviaba las críticas por su designación y se defendía cuestionando lo chaqueteros que somos los chilenos. Por entonces, declaraba a revista Capital que "lo mío tiene mucho más de vocación y menos de ambición personal…".

Con posterioridad, cerrarían su proceso de toma del poder al interior de la coalición instalándole algún jefe de gabinete a uno que otro despistado ministro, un intendente o gobernador afín y a cuanto Seremi y Jefe de Servicio les aguantaron.

Como sabemos, lo suyo no eran los papers ni las tesis sobresalientes al estilo Raúl Ampuero, Eugenio González o Ricardo Lagos, que les permitieran, como había sido costumbre en la izquierda chilena, lograr el reconocimiento de la elite progre, condición sine qua nonpara hacer luego una flamante carrera política. Lo suyo era más tangible y real: perfeccionar la tecnología del poder de Bitar, Vidal, Escalona, Letelier y otros, aprendida en piezas oscuras y elecciones internas donde ágilmente asimilaron de sus líderes que la democracia era una metáfora para ilusos, un juguete para el sesudo análisis en facultades universitarias de unos frustrados teóricos sin ningún acierto concreto. Constituyeron, entonces, cofradías con ritos de iniciación, pactos de sangre o de silencio, tal cual como sucedió con la G-90.

A su vez, también conocimos rápidamente a sus soldados, que ocupaban puestos intermedios, pues nos informaban en sus Facebook sobre sus actividades de finde: estadías en centros vacacionales, viajes al exterior y asistencia a megaeventos. A diferencia de las viejas generaciones de militantes que desde jóvenes hicieron trabajo social los fines de semana o en verano, costumbre que luego continuaron rutinariamente en el Estado, este nuevo grupo social no cargaba con ese lastre y esa loca vida. Ellos, por ningún motivo harían el servicio militar ni menos le dedicarían su vida a la revolución. Lo suyo era el buen pasar: bastaban un buen padrino y mucho dinero.

La fama es efímera... el encanto del poder permanente

Enseguida el hechizo del poder esfumó cualquier crítica y persuadió tempranamente a no pocos ex líderes concertacionistas –la vieja guardia– sobre las bondades de Los Pistoleros, y su jefe. Ellos también podían elevarse, ahora, a la condición de estadista. El entusiasmo alcanzó hasta a algún analista que no solo repitió las virtudes y el don de mando de los nuevos dirigentes sino que además se convenció de sus atributos intelectuales y académicos. Es la época en que algunos elevan a Peñailillo a la condición de presidenciable y no son pocos los que simpatizan con su origen provinciano, pese a las tempranas advertencias respecto del doble juego de la nueva burguesía fiscal.

Es que el poder es una droga dura y sus jaleros siempre resultan ser adictos reincidentes.

Y aunque en enero de 2015 creyeron estar en la cúspide definitiva –el Ejecutivo había cerrado muy bien un complejo 2014: aprobación de la reforma tributaria, de la ley de Inclusión y del fin del binominal y el hundimiento de la derecha a través de Penta–, cuyo broche era una Presidenta que, después de seis meses con una caída sostenida, volvía repuntar, aproximándose al umbral del 50% de popularidad, y se aprestaron entonces a destapar espumante antes de tomar vacaciones, lo cierto es que la administración y, junto con ella, la nueva burguesía, venían presentando serias fallas estructurales.

Para empezar, ya en octubre de 2014, el partner de Peñailillo en la precampaña, Giorgio Martelli, dijo –como presintiendo lo que se le venía encima– que "uno de los aportes que se deben hacer en la política es no tener pudor con el dinero, lo que es un estigma de la centroizquierda". Y remató señalando que "si el aporte es transparente, las empresas no van a colaborar". Había estallado Penta y una boleta iba directo a SQM y el diputado José Antonio Kast tempranamente apostó al empate: "Es una situación transversal que afecta a todos los partidos políticos y no corresponde que se apunte a un solo sector".

En rigor, también, una parte significativa de la dirigencia histórica oficialista era consciente de la rotura de cañerías –ya no había programas estrellas como Chile Crece Contigo y con espasmo se constataba cómo Mideplan estaba sumido en el más absoluto abandono–.

La fatiga de material se observaba en los cuadros de gobierno a todo nivel y su manifestación gráfica eran, por ejemplo, los desaguisados en los nombramientos en distintos niveles de la administración. La cartilla de requisitos exigibles que repartió en intendencias el efusivo subsecretario Aleuy no la cumplían ni sus propios muchachos y tuvo como corolario que intendentes, gobernadores y jefes de servicio alcanzaran una fama efímera por sus causas judiciales, sus fichas de protección social y sus dudosos atributos profesionales y éticos.

Ello se prolonga hasta hoy, con lo sucedido a la renunciada asesora de prensa de la Segegob; la frustrada celebración del subsecretario Faúndez con dirigentes vecinales en un carísimo hotel capitalino que el ministro Barraza pudo detener a tiempo, antes que se transformara en otro bochorno de fin de año; la controvertida salida del Director del Injuv; las declaraciones de la subsecretaria Vodanovic en el contexto del paro de los funcionarios de la Aeronáutica Civil o las permanentes declaraciones del dúo Dávalos-Compagnon, seguidas siempre por la sinfonía de fondo de su ex jefa de gabinete, Erika Silva, quien siempre parece querer competirles en superar su propio récord de desatinos comunicacionales; la permanencia en sus cargos del subsecretario Frey y del jefe de Estadio Seguro –el extraño señor Roa, cuñado del ex ministro Elizalde– después del bochorno de la final del fútbol. El broche de oro es ahora Cristián Riquelme y sus contratos con el fisco.

Es que estos muchachos, respecto del Estado, son más totalitariosque el mismísimo Stalin: perciben, con mucho tino que, dado su nivel de competencias, así como una arraigada cultura transversal del pituto, es imposible tener éxito en otra parte. De allí su apego al papá fisco de esta sensata, astuta y provinciana pequeña burguesía.

No obstante, la dirigencia prefirió brindar antes de partir de vacaciones, haciendo caso omiso de los nubarrones que amenazaban el prometedor cielo azul de la Nueva Mayoría, tras lo cual un sol resplandeciente anunciaría el inicio de una nueva era de justicia e igualdad. Entonces, antes de vaciarse las copas, llegó el 6 de febrero y Caval. El viernes negro de la nueva burguesía.

El desplome

Ya sabemos cómo se precipitaron los hechos y cómo Caval hizo añicos no solo la popularidad hasta entonces incombustible de la Mandataria sino que también echó a pique el discurso gubernamental sobre la justicia y la igualdad. En apenas un mes su aprobación llegó al mínimo conocido y más del 80% de los chilenos no creyó sus palabras cuando señaló que "se había enterado por la prensa" de la incómoda situación que afectó a su hijo y a su nuera. El caso, además, quebró al grupo hegemónico en el Estado y se hicieron cada vez más explícitas las diferencias entre Dávalos y Peñailillo, al punto que la permanencia del primero en La Moneda se hizo insostenible, renunciando el viernes siguiente a su cargo ad honórem.

Pero Caval no sería el último tiro de gracia a este ascendente equipo: vendría luego una arista de SQM que, por más que Peñailillo intentó detener a tiempo, le estalló en la cara.

Luego de múltiples rumores y de un fallido plazo –las famosas 72 horas– en mayo de 2015 la Presidenta decidió hacer una cirugía mayor a su elenco y dejó caer al equipo que la acompañó durante la campaña. Una nota de La Tercera de fines de mayo sintetizará muy bien el descalabro de aquella generación: "Ahora nos apuntan con el dedo y nos tratan como delincuentes por esto que hoy llaman precampaña. Como si no fuera lo mismo que se hacía antes. Nosotros nacimos como sector viéndolos hacer sus precampañas".

Se inicia su debacle y es precisamente Burgos, un viejo rival, quien comienza el ajuste de cuentas con ellos sacando a varios asesores de La Moneda. Luego, les llegará el turno a otros: Harold Correa abandona el Mineduc y Adolfo Galindo deja de ser el jefe de gabinete de la ministra de Minería y, junto a Gabriel Sepúlveda, son castigados en puestos de menor relevancia en la misma cartera; Nicolás Cruz, también es despedido de Cultura y solo sobreviven en sus cargos Juan Eduardo Faúndez; el cuestionado Riquelme, quien –según el diputado Castro– se mantiene en La Moneda solo "porque sabe cosas"; Carlos Henríquez, de la Agencia de Calidad; José Guerra y Carolina Cucumides, esta última gobernadora de Colchagua.

Fue en torno a esas fechas que sus miembros empezaron a acusar ser objeto de "persecución", de "desprecio y distancia" en el oficialismo. Fueron aquella soledad y sensación de abandono las razones que motivaron el inicio de la búsqueda de nuevos padrinos en el PPD.

Y fue de este modo que los mismos motivos por los que accedieron a la cúspide del Estado –"constituyeron entonces cofradías desde las cuales tendieron redes, formaron empresas (en especial de asesorías y gestión de servicios subsidiados) y comenzaron a buscar acercamientos y alianzas con el mundo empresarial tradicional, especialmente el que depende de actividades con fuerte regulación pública"– resultaron ser irónicamente los que, después, provocaron su desplome.

Nunca digas lo que piensas a alguien que no sea de la familia

Si bien la nueva burguesía fiscal era transversal y heterogénea, no cabe duda que la G-90, fue su blasón. Los Pistoleros o la Generación del Maletín, como desdeñosamente los llamaban en el PPD, comenzaron en off a hacer circular rumores sobre la Presidenta por su traición a Peñailillo y amenazaron con ajustes de cuentas si seguía la persecución. Aunque en público y como acostumbran, continuaron comprometiendo su más estricta lealtad y reafirmando su pacto de silencio con ella, no así con el resto Gobierno.

Tal silencio, sospechoso o cómplice, posibilitó la difusión de los más inverosímiles rumores: que era el símbolo de su lealtad a la Presidenta, según algunos; una amenaza velada y permanente sobre Bachelet, para otros. La frase que bien puede reafirmar esa explicación está en la respuesta que ofreció a Sabas Chahuán el propio Peñailillo, quien –como si se tratara de un diálogo extraído de El Padrino– respondió de esta manera cuando fue consultado sobre si sus viajes a Nueva York eran para reunirse con Bachelet: "A sugerencia de mi abogado no voy a contestar esa pregunta". En tal sentido la estrategia del silencio resulta ser nada más que una velada táctica –una espada de Damocles– sobre La Moneda, con el fin de mantener a raya a sus adversarios en el Ejecutivo y, a la vez, mantener algún nivel de presencia en el Estado.

Aunque tal diseño tiene un pero: está todo tan revuelto que, por más acuerdo para no formalizar a Peñailillo, lo cierto es que la situación insostenible de Longueira hará que la UDI pida sangre por sangre:¿será el ex hombre fuerte el cordero que ofrecerá La Moneda para saciar la sed gremialista y Riquelme el siervo sacrificado para calmar el descontento oficialista? No lo sabemos.

Por ahora, la preocupación mayor de la G-90 sigue siendo cómo zafar del lío judicial en que están sumergidos su líder y algunos de sus miembros, para reaparecer en gloria y majestad como adalides del candidato del orden Ricardo Lagos, después de haber encarnado el espíritu reformista. Como lo dijo ya alguien: "Se irán con Lagos, luego de haber sido las sanguijuelas de Bachelet". O tal como lo señaló el diputado Castro: "Ellos traicionaron la confianza que les dio la Presidenta y terminaron siendo una banda de trepadores, que querían tener el control del Estado y en algunos casos incluso con una recaudación de dinero poco clara".

Pero tampoco hay que crucificarlos: estos chicos son lo que los dirigentes de la transición hicieron de ellos.


Saludos
Rodrigo González Fernández
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martes, febrero 16, 2016

SALVADOR BERNAL La actual crisis de liderazgo político puede abonar los fanatismos

La actual crisis de liderazgo político puede abonar los fanatismos

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Salvador Bernal
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Confío en que no le moleste esta anécdota a mi buen amigo Jesús Ballesteros, emérito de Filosofía del Derecho en la Universidad de Valencia. Hace unos días, por si no lo tenía, le informé del número especial de la revista Esprit dedicado a la violencia globalizada. Pensé que podía interesarle, pues ha pensado y escrito mucho y bien sobre la construcción de la paz. Se me ocurrió comenzar el mensaje electrónico con un "buenos días en esa tierra otrora pacífica"... Pensaba en Valencia, donde tantos y tan buenos ratos hemos pasado. No podía imaginar su respuesta: "¡Qué envidia me das! ¿Vas a estar mucho tiempo en París?" Mi leve ironía se prestó a confundir el Turia con el Sena. Y pensé que la expresión "otrora pacífica" puede aplicarse hoy por desgracia a infinidad de lugares, desde el Oriente Medio hasta el México lleno de violencia que visita estos días el papa Francisco.

No es excepción España, aunque terminó una legislatura que, salvo error por mi parte, ha sido la primera sin atentados terroristas. Pero no deja de aumentar la crispación y la intolerancia, como señalaba el domingo en su editorial el diario El País: "La polarización y la intransigencia política se filtran a toda la sociedad".

Se ha perdido capacidad de diálogo, en la política como en la comunicación. Se han dilapidado grandes valores humanos y sociales que hicieron posible la transición desde la dictadura. Puestos a resumir, y aparte de lamentar revanchismos esperpénticos, diría que la derecha actual recuerda a una Alianza Popular que hacía la vida imposible a la UCD; y la izquierda, a la enfermedad juvenil de ácratas y gauches divines nada democráticas. Lo ha recordado hace unos días Félix de Azúa: "no éramos demócratas. Los demócratas eran los de UCD, a nosotros nos daba risa la democracia. Por darnos risa, nos daba risa incluso el socialismo. Entre los años 1976 y 1980 fue eso lo que cambió". Y mucha gente de mi generación no puede por menos de sentir nostalgia ante una conquista de la libertad que transformó este país, y hace ahora agua por demasiadas grietas.

Con este número, Esprit comienza una nueva etapa desde su fundación por Emmanuel Mounier en 1932: la tradición humanista de fondo se abre a cuestiones muy vivas en la actualidad. Así, Antoine Garapon, excelente juez y brillante escritor, analiza la globalización provocada por la violencia yihadista. No faltan otros temas, como la discusión –tan actual en Alemania sobre la oportunidad de volver a publicar el gran manifiesto hitleriano, Mein Kampf, de dominio público desde el 1 de enero de 2016. El terrorismo ha modalizado profundamente la vida pública y social francesa el año precedente. El nuevo equipo de Esprit considera que es preciso enfocar de frente la violencia, y no esconderse detrás de miedos ideológico ni de odios políticos: sería el principio del fin de la violencia. En nuestro caso, de la crispación.

Mucho depende de la capacidad de alcanzar auténticos pactos educati
























































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A DONDE ESTA LA DERECHA


Chile Vamos puede estar compuesto por más partidos que el duopolio UDI-RN que siempre dominó en la Alianza, pero la multiplicación de partidos no ha resultado en un aumento en el número de aspirantes a candidatos a alcalde. Es más, pese a buscar potenciar un mensaje de renovación, Chile Vamos solo parece capaz de reclutar candidatos con un largo historial en la política chilena.
Publicado 16.02.2016
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Frente a un gobierno que atraviesa por una crisis política y con una Presidenta con la aprobación más baja en 26 años de democracia, la derecha debiera estar preparándose para capitalizar en las elecciones municipales del 23 de octubre el descontento existente con el gobierno de la Nueva Mayoría. Pero la poca disposición de posibles candidatos a alcalde de la Alianza para disputar comunas gobernadas por la Nueva Mayoría parece indicar que la impopularidad del gobierno de la coalición de centro-izquierda no se va a traducir fácilmente en una mayor votación para la alternativa de centro-derecha.

Desde que se separaron las elecciones de alcaldes de las de concejales en 2004, las elecciones municipales han sido un buen predictor de lo que ocurrirá en la contienda presidencial del año siguiente. En 2004, cuando la derecha se sentía confiada en la victoria de Joaquín Lavín —que había perdido por muy poco frente a Ricardo Lagos en la presidencial de enero de 2000—, la Concertación logró una clara victoria, de la mano de las entonces precandidatas Michelle Bachelet y Soledad Alvear. El pobre desempeño de la derecha puso en tela de juicio la fortaleza electoral de Lavín. Eventualmente, Sebastián Piñera entró a la carrera presidencial y logró superar a Lavín en la primera vuelta de diciembre 2005, para luego caer derrotado ante Bachelet en enero de 2006.

En las municipales de 2008, por primera vez desde el retorno de la democracia, la derecha logró derrotar a la Concertación. Con el 40,7% de los votos, la Alianza ganó en 144 de las 345 comunas del país. Si bien las dos listas de la Concertación ganaron en 147 comunas, la coalición centroizquierda solo alcanzó el 37,5% de los votos en la elección de alcaldes. Aunque la Concertación gobernaba más comunas, la Alianza ganó en una mayoría de las comunas más grandes e influyentes. Esa primera victoria de la derecha anticipó lo que sería el triunfo de Piñera en las presidenciales de enero de 2010.

En 2012, haciendo campaña solo con la imagen de Bachelet (ya que la entonces directora ejecutiva de ONU Mujer no podía hacer proselitismo), la Concertación —que ya había sumado al PC a sus filas— logró una incuestionable victoria, ganando en 168 comunas y alcanzado un 43,1% de la votación. La Alianza sólo ganó en 122 comunas, logrando un 37,5% de los votos. Esa victoria dejó a la Concertación en el pole position para ganar las presidenciales de 2013, con Bachelet a la cabeza y con el enchulado nombre de Nueva Mayoría.

En 2016, el oficialismo enfrentará las municipales sin un rostro que pueda unificar a la coalición. Como defiende 168 comunas, la Nueva Mayoría tiene más que perder que la Alianza, que con las 122 comunas que ganó en 2012, debiera aspirar a arrebatarle municipios a la NM. De hecho, entre los municipios vulnerables —porque los alcaldes en ejercicio se retiran o van debilitados— la Nueva Mayoría tiene más que perder que Chile Vamos. Desde Maipú hasta Concepción, pasando por Santiago Centro y Providencia, en muchas de las emblemáticas comunas que la izquierda le arrebató a la derecha en 2012, las opciones de re-elección de los alcaldes se ven complicadas.

Pero la debilidad de la izquierda no se traduce automáticamente en fortaleza de la derecha. Chile Vamos puede estar compuesto por más partidos que el duopolio UDI-RN que siempre dominó en la Alianza, pero la multiplicación de partidos no ha resultado en un aumento en el número de aspirantes a candidatos a alcalde. Es más, pese a buscar potenciar un mensaje de renovación, Chile Vamos solo parece capaz de reclutar candidatos con un largo historial en la política chilena.

En las próximas semanas, los partidos apurarán las negociaciones para decidir en qué comunas las coaliciones realizarán primarias para escoger a sus candidatos alcaldes. El 6 de abril deben inscribirse los candidatos para las primarias que se realizarán el domingo 5 de junio. En las comunas donde no haya primarias, los candidatos para las elecciones de octubre se deberán inscribir el 23 de julio. Ahí empezaremos a ver qué tan confiados están los partidos y coaliciones en sus posibilidades electorales para octubre de 2016.

Hasta ahora, en el papel, el camino aparece más auspicioso para la derecha que para el oficialismo centro-izquierdista. La baja aprobación de Bachelet y los problemas internos en la Nueva Mayoría no son la mejor forma de prepararse para el primer examen electoral después de la aplastante victoria de Bachelet en 2013. Pero a partir del comportamiento observado hasta ahora, la derecha no parece muy convencida de sus opciones electorales. La poca disposición de potenciales candidatos a dar la batalla en octubre de 2016 permite concluir que la derecha no cree que tiene muchas posibilidades de convertir la próxima elección municipal en el primer paso para volver a La Moneda en noviembre de 2017. Aunque la NM está desacreditada, la percepción de la derecha es que ellos no serán los beneficiados.

 

Patricio Navia, Foro Líbero y académico Escuela de Ciencia Política UDP.

 

 

FOTO: HANS SCOTT /AGENCIAUNO

Fuente:ELLIBERO

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