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domingo, junio 11, 2017

SERGIO MELNICK QUE ES SER PROGRESISTA DE VERDAD

Qué es ser progresista de verdad

Qué es ser progresista de verdad

SIMPLE PERO no trivial: los progresistas son aquellos que están consagrados al progreso tanto personal como social. Sin embargo, al menos en Chile, la izquierda se considera a sí misma como los únicos guardianes del progresismo. Lo curioso es que los países capitalistas y liberales son normalmente las sociedades más progresistas del planeta, por ejemplo en ideas, bienestar, ciencia, etc. Indaguemos un poco en el progreso. Progresar en los términos más simples es lograr estar mejor que el punto de partida y esto puede ocurrir en diversos planos. Por ejemplo progresar en términos materiales, espirituales, intelectuales, sociales, éticos, libertades etc. Pero el ser humano es muy diverso, y lo que es progreso para unos puede ser retroceso para otros. Por ejemplo el aborto para algunos es claro síntoma de progreso, pero para otros es simplemente salvajismo. ¿Quién tiene la razón? La respuesta es simple: ambos. Por ello la libertad pasa a ser un valor fundamental. Los regímenes socialistas en el fondo no creen en la autodeterminación, les atraen los sistema de ingeniería social controlados por un Estado poderoso que regula en el máximo de detalle la vida de los ciudadanos. Consideran la igualdad como progreso. Para los liberales es justo al contrario, cada ser humano es único y debe elegir su propia forma de progreso, lo que requiere es sólo la oportunidad.

Normalmente no es posible progresar en todas esas direcciones al mismo tiempo, y ese es el punto crucial del debate. Por cierto los jóvenes idealistas con poco rodaje de vida y muy poco conocimiento creen que todo es posible al mismo tiempo. El error fundamental es su creencia acerca del ser humano. No parten del ser humano real, de carne y hueso, sino de un ser humano ideal, que solo existe en sus mentes y por eso sus revoluciones nunca funcionan. La Unión Soviética por más de 60 años trató de organizar una sociedad sin religiones, sin propiedad, y totalmente igualitaria. Cayó el muro y se dieron cuenta que todo volvía literalmente a fojas cero: hoy es una sociedad abiertamente capitalista con McDonalds y todo. Lo mismo ocurrió en China y está ocurriendo en Cuba.

Todo aquel que se trata de apropiar del progresismo es un fundamentalista que se cree dueño de las verdades. Es decir, cree que solo se puede progresar a su manera, negando la libertad esencial del ser humano a definir su propia manera de progresar en su vida. Todos los partidos políticos son en esencia progresistas, pero difieren en los énfasis. Por ejemplo, es fácil prometer igualdad, imposible lograrla porque el ser humano en esencia quiere diferenciarse, lograr ser lo máximo de si mismo.

Sin duda la sociedad democrática tradicional progresa cuando separa la iglesia del estado. Pero hay estados religiosos, y estos definen el progreso a su propia manera. Una sociedad con extrema pobreza claramente ha limitado el progreso de esos ciudadanos. Para los socialistas la educación es una manera de endoctrinar para lograr ese hombre nuevo, y es la base del progreso. Para los liberales la diversidad en educación es la clave de su calidad, y del progreso en diversas direcciones de la población. Entonces ¿cuál es progresista de verdad?

En mi opinión cuando hay verdades oficiales manejadas desde el Estado, jamás habrá progreso real. El progreso es finalmente el camino al encuentro del sentido propio, a la autodeterminación, a la libertad, como anhelo muy profundo del ser humano.

En el mundo actual, las principales avenidas de progreso están marcadas por la revolución científica y tecnológica que literalmente está cambiando el concepto mismo de lo real. El cuarto paradigma de la ciencia trae consigo una nueva mirada ontológica (que es lo que es realmente) y por cierto epistemológica (como sabemos lo que sabemos, que es lo que realmente sabemos). La izquierda es "progresista" en lo moral, principalmente luchando contra las religiones. Pero es enormemente retrógrada en lo económico. La derecha es "progresista" en lo económico, pero muy conservadora en lo moral. La izquierda es profundamente dogmática en lo intelectual y ahí claramente no hay progreso. Entonces ¿quién se puede atribuir a sí mismo el atributo completo del progresismo?

En este siglo veremos participar en plenitud a la computación cognitiva, a la web 3.0, veremos la aparición de una nueva mente tecnológica colectiva, y una forma de globalización muy profunda con nuevas formas de gobierno mundial. Trabajar en ese camino es tremendamente progresista ¿o no?

Terminemos entonces el matonaje intelectual de aquellos que quieren apoderarse del concepto progresista y colaboremos en las distintas avenidas del progreso. La condición fundamental para ello es la libertad.


Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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GERARDO VARELA : SU CITA CON LA HISTORIA

Su cita con la historia

Gerardo Varela A. | Sección: Política
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Cuando el gobierno de la Nueva Mayoría comienza a despedirse, la Presidenta, con un sentido de misión y épica histórica, ayer defendió su obra y sus "logros" invocando a la historia que, según ella señaló en otra entrevista, "le dará la razón".

Fidel Castro, en su defensa por el asalto al cuartel Moncada, expresó: "Condenadme, no importa, la historia me absolverá".

Nuestra Presidenta en su discurso final me recordó la frase de Sir Winston, "un fanático es quien no cambia de opinión, pero tampoco de tema". Ella, con espléndida autocomplacencia, reivindicó su obra, a pesar de la abrumadora evidencia en contra.

La reforma educacional fue un fracaso, no atacó el problema real de la falta de calidad, impugnó el lucro que no es un problema per se en educación –máxime si con ello atentaba contra la libertad de los padres y alejaba inversión y talento de un área que necesita de ambas–. Además, ofreció una gratuidad universitaria que Chile no podía financiar, que focalizaba mal el gasto público (que lo necesitan los niños chicos y los más pobres) y que solo afectó la autonomía universitaria y la competencia entre las universidades. Ella sigue con que la educación es un derecho y no un bien económico, en circunstancias de que es las dos cosas. La historia la juzgará muy mal por el disparate educacional.

La reforma tributaria fue otro error monumental. Complejizó un sistema inteligente y pro inversión; solo transitoriamente recaudó más; afectó la inversión e hizo menos competitivas nuestras empresas. No fue necesario esperar la historia para saber que ella se equivocó.

Su reforma laboral fue nefasta, por antiempleo, anticrecimiento y porque solo generará conflictividad. Sus logros en energía reivindicados ayer son de un valor dudoso, la ayudó la lluvia, la baja del precio del petróleo y, sobre todo, el frenazo de nuestra economía.

Ella basó su programa en dos pilares: no más abuso y no más desigualdad. En lo segundo no avanzó nada, porque solo se avanza con más crecimiento económico más trabajo y mejor educación, en todo lo cual el Gobierno reprueba miserablemente; y en abuso, no se detectan diferencias significativas, salvo el creciente abuso del Estado contra las personas en su libertad, dignidad y seguridad.

Finalmente, respecto de la Constitución, en vez de terminar con el tongo, vuelve a desempolvarlo sin decir qué reforma quiere para el país. La historia la juzgará mal por abrir el tema constitucional sin cerrarlo. En esta materia, ella ha tenido el peor de todos los liderazgos; uno que genera incertidumbre e inseguridad sin ofrecer soluciones.

Soy de los que se opusieron a la retroexcavadora en todas sus expresiones. Su gobierno nos deja con más cesantes, peor educados, más divididos, más pobres; con más delincuencia y menos felices. Ella considera, sin embargo, que deja un país mejor del que recibió; la historia la juzgará, y ojalá la absuelva como culpable porque no la perdonará como responsable.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.


Saludos
Rodrigo González Fernández
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HUGO HERRERA LA CENTRODERECHA: LA REPUBLICA DE LAS LETRAS

Centroderecha: la república de las letras

Centroderecha: la república de las letras

Una recapitulación tendría que indicar como sigue. Hace ocho años, la centroderecha llegó democráticamente al gobierno, luego de medio siglo. Gestionó atinadamente, "24/7", con chaquetas rojas y números cuidados. El país creció. La administración y las finanzas y las cuentas sonaban bien. Pero, como dijo uno de sus dirigentes, "faltaba relato". Buena gestión no era buena política. Se olvidó la advertencia de Huidobro, "una nación no es una tienda". La incapacidad de comprender lo que estaba ocurriendo, condujo a que unas exigencias meritocráticas y de justicia, por educación, terminaran siendo la base de una movilización social difícilmente controlable, de la cual el gobierno no pudo reponerse ya más.

La elección siguiente la ganó una izquierda desvencijada y de rara conducción. Peñailillo y Dávalos fueron cara y sello de los tiempos. El fracaso político de la centroderecha se evidenció grave y triple. Primero, fue incapaz de dar continuidad a su gobierno, y se lo entregó a una taciturna Bachelet. Segundo, perdió posiciones, al punto que el escenario general del país se bandeó a la izquierda.

Tercero, quedó discursiva y políticamente en pampa, sin articulaciones conceptuales capaces de hacerle frente a sus adversarios ni ofrecerle caminos políticos de sentido al país. Entonces, la Nueva Mayoría pudo hacer avanzar sin grandes dificultades -más que sus torpezas- las reformas a las que se comprometió en su programa.

Hoy, el mal de la pura gestión parece persistir en cierta centroderecha. Mientras en la izquierda se exponen visiones político-ideológicas del futuro, en la centroderecha se sigue hablando muchas veces sólo de platas y administración. Si allá se componen los acordes del himno que se cantará en del país que advendrá, acá se discute el precio de las tubas y tambores. Allá el porvenir vibrante, acá las cuentas, allá el vate y la cantora, acá el "señor ricachón".

Pero hay síntomas de cambio. Existe -como en todas partes- una cohorte de banales. Pero también, especialmente en la generación más joven (aunque no sólo en ella) hay políticos que entienden e individuos que desde la academia o la cultura o las ciencias, intentan contribuir con sus capacidades reflexivas y conocimientos a la conformación de un discurso político a la altura de la época presente.

Tras un tiempo arduo de diagnósticos, de un trabajo extenso, poco bullicioso, ahí están los resultados. Se cuentan libros, artículos, seminarios, debates y documentos. Consta una "Convocatoria política", en la que se lograron poner de acuerdo los cuatro partidos de Chile Vamos; después, un "Manifiesto republicano"; más tarde, otro libro: "La mayoría de las ideas", que reunió a políticos y académicos independientes, de Evopoli, RN, la UDI

Esos esfuerzos conjuntos exhiben un destacable nivel de pluralismo. La incipiente rehabilitación emprendida, del entramado ideológico de la centroderecha, opera abriéndosele paso a todas sus tradiciones históricas: liberal, conservadora, nacional y socialcristiana. Se recupera así un acervo mucho más complejo que los remedos de derecha de Guerra Fría en los que se mantuviera atrapado el sector.

Tal proceso reflexivo tiene el desafío de poner a la vista nítidamente el trabajo de rearticulación que se ha efectuado en la izquierda y los cambios acontecidos en el fondo popular, de tal suerte que las elaboraciones discursivas puedan dar paso a una visión sofisticada del país, capaz de abrir, de manera pertinente y persuasiva, caminos de sentido para las próximas décadas y ser parteras de una centroderecha renovada, a la altura de su tarea.


Saludos
Rodrigo González Fernández
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